ISBN 978-950-500-866-7
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Los humanos tendríamos que reconocer que nuestra lógica no es la lógica de Dios. Nosotros tenemos nuestras estructuras y nuestras debilidades, mientras Dios es el Señor, el Soberano Señor por Quien y para Quien existimos. Saberlo, reconocerlo, y aceptarlo sólo es posible en la medida que, humildemente, nos dejamos conducir en la existencia por Quien nos ama y nos ha dado la vida por Amor.
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Trigo y cizaña
Los humanos tendríamos que reconocer que nuestra lógica no es la lógica de Dios. Nosotros tenemos nuestras estructuras y nuestras debilidades, mientras Dios es el Señor, el Soberano Señor por Quien y para Quien existimos. Saberlo, reconocerlo, y aceptarlo sólo es posible en la medida que, humildemente, nos dejamos conducir en la existencia por Quien nos ama y nos ha dado la vida por Amor.
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Todo ser humano tiene en sí el poder de negarse al mal, determinándose a permanecer en el bien. Quien opta por lo malo se denigra, ya que ha sido creado para ser feliz y en ningún mal puede darse una felicidad auténtica, aunque cualquier mal puede ser engañosamente apetitoso.
Los humanos tendríamos que reconocer que nuestra lógica no es la lógica de Dios. Nosotros tenemos nuestras estructuras y nuestras debilidades, mientras Dios es el Señor, el Soberano Señor por Quien y para Quien existimos. Saberlo, reconocerlo, y aceptarlo sólo es posible en la medida que, humildemente, nos dejamos conducir en la existencia por Quien nos ama y nos ha dado la vida por Amor.
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